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Apuntes para comprender la modernidad en la obra de Julio Zadik 

Por Rosina Cazali*


     Julio Zadik nació en la ciudad de Guatemala el 18 de agosto de 1916. Su padre, Byron Zadik Krolik, fundó en el año 1926 la Litografía Byron Zadik y Compañía, empresa que innovaría las artes gráficas a partir de la publicación y difusión de litografías basadas en originales de artistas nacionales. Gracias a aquella iniciativa familiar, Zadik tuvo el privilegio de conocer de cerca a artistas como Carlos Mérida, Humberto Garavito y Alfredo Gálvez Suárez, un hecho que no debe tomarse a la ligera. Estos tres artistas no sólo son nombres que quedaron vinculados a los anales de la empresa litográfica sino figuras desde las cuales puede rastrearse el peculiar desarrollo de la modernidad en las artes visuales, durante la primera mitad del siglo XX en Guatemala y en el marco de la dictadura de Jorge Ubico. En la intersección del internacionalismo de Carlos Mérida y la obra de carácter nacionalista, definida por los paisajes y el indigenismo de artistas como Garavito y Gálvez Suárez, puede comprenderse el surgimiento de una obra como la de Julio Zadik: una obra donde la frontera entre realismo y abstracción parecía disiparse. La fotografía y sus nítidas impresiones en blanco y negro fueron el mejor medio para experimentar y plasmar su “ojo moderno”.

    Previo al dibujo de ese importante mapa de relaciones, en el año 1935, Julio Zadik inició su aventura personal de formarse como fotógrafo estableciéndose en la icónica ciudad de Nueva York. Se ha insistido en que no ha sido posible determinar el nombre de la academia o estudio fotográfico donde realizó su formación técnica.   Sin embargo, sí podemos imaginar el impacto que tendría la experiencia del viaje. A pesar de la Gran Depresión, ésta era la ciudad de los rascacielos, de museos pioneros como el Museo de Arte Moderno, la cuna de formas de arte experimental y de la fotografía como signo de modernidad. Si en el pasado viajar a Europa era un ritual de transición para los artistas, Nueva York fue el destino alterno para la experiencia de las vanguardias. Era la ciudad donde nombres como el de Alfred Stieglitz se destacaba al frente de su galería dedicada a la fotografía, donde surgieron peculiares cooperativas de fotógrafos como Photo League además de casas editoriales, una amplia variedad de revistas, espacios de exhibición dedicadas a la fotografía y un creciente interés por las imágenes relacionadas con la industria de la moda y el cine. Parafraseando a Serge Guilbaut, Nueva York estaba destinada a “robarle la idea de arte moderno a París” , y Zadik sería uno de los testigos de ese proceso. 


    En 1936 Julio Zadik regresó a Guatemala, se incorporó a la empresa familiar, formó su propia familia y participó de manera activa en exposiciones, concursos de fotografía y en la escritura de textos donde definió sus preocupaciones técnicas y experimentales sobre la fotografía. En 1948 expuso con el artista Guillermo Grajeda Mena en la Sala de Turismo en Guatemala, hecho que rescata dos tesis irrefutables: que la obra de Zadik navegaba libremente entre arte y fotografía y que fue parte de la generación que definió el camino de las artes visuales modernas de Guatemala. Es decir, aquella generación que, en la génesis de la Revolución de Octubre de 1944, emergió con la tentativa de innovar las miradas conservadoras que permeaban el arte local. Un año más tarde, Zadik fue invitado a participar en la First International Exhibition of Latin American Photography. Organizada por el crítico cubano José Gómez Sicre, la exposición fue parte de los proyectos de la Panamerican Union de Washington DC, la institución que medió el arte latinoamericano en el marco de la Guerra Fría. En aquella oportunidad, a través de un comunicado dirigido a distintas instituciones que pudieran ser potenciales apoyos de la exposición, Gómez Sicre se refirió a los temas y características que primarían en la exposición como de “carácter nacional” . Esto equivalía a imágenes de paisajes, escenas cotidianas, productos nativos, costumbres, ceremonias y todo elemento exótico que ayudara a enriquecer las narrativas sobre el arte latinoamericano que se construyeron desde los Estados Unidos. En otras palabras, aplicar el término del carácter nacional fue la manera noble de aminorar lo amenazante que se encontraba más allá del río Bravo, algo permeable a las revoluciones políticas y sociales de la época.


    Toda investigación sobre la modernidad en Guatemala debe considerar la historia en la que distintas maneras de ser moderno han aparecido o desaparecido, se han sustituido o combinado. Una aproximación a la obra de Julio Zadik permite aproximarnos a esa paradoja y comprender que ese carácter nacional, al que se refirió Gómez Sicre, descansaba sobre la conveniencia de usar un término genérico para no profundizar en los distintos matices que los artistas participantes en la exposición pudieran darle a temas como la identidad o el conflicto racial. En ese sentido, la obra de Zadik no debería de desvincularse por completo de las narrativas plagadas de nacionalismos, misticismos, exotismos y las versiones del folklor que aun tienen vigencia en nuestra sociedad. Sin embargo, sus métodos técnicos e interés por las formas, le permitieron observar más allá de los estereotipos y el repertorio de lo nacional. También fijarse y capturar temas tradicionalmente invisibilizados como la sexualidad del indígena, la cual quedó expuesta en muchos de sus retratos.


    En verdad, uno de los mayores indicios de la sensibilidad que tenía Zadik por las estéticas de la modernidad fue su forma obsesiva de documentar y revisitar temas como el lago de Atitlán. Así como Cezanne volvió al Monte Victoria o Weston a sus pimientos para tomar distancia de lo simbólico y centrarse en el sujeto de estudio, Zadik encontró la forma de trascender la apología y la épica emocional del “lago más bonito del mundo”. Como complemento extraordinario, también se obsesionó con la toma de detalles de plantas y elementos como el agua.  Evidentemente Zadik estaba en sintonía con obras como las de Tina Modotti, Imogen Cunningham y Edward Weston. 


    Desde su propio contexto y repertorio, Zadik abrió una de las puertas de la modernidad en Guatemala. Escapando de los estereotipos de la exuberancia tropical, fijó una mirada personalísima sobre la sutileza, la elegancia y belleza de objetos y entornos cotidianos. A partir de los efectos de la luz, llegó a dominar la composición y creó imágenes que otorgaron al medio fotográfico el estatuto de la experimentación. A través de una búsqueda incesante, logró desprenderse del sentimentalismo que primó en el paisaje. A pesar de que la fotografía rara vez aparece comentada en los pocos estudios que años más tarde se escribieron sobre el arte de la década revolucionaria en Guatemala, la obra de Zadik muestra que la fotografía fue lo más cercano a lo experimental en las artes visuales de la época.


    Después de participar en una gran cantidad de exposiciones, competiciones y escribir artículos para medios especializados, a mediados de los años sesenta, Julio Zadik decidió abandonar las exhibiciones públicas. En 1963, en colaboración con el recién formado Club Fotográfico de Guatemala dictó la conferencia titulada “Aspectos artísticos de la fotografía” y presentó su última exhibición personal en el Club Guatemala el 29 de julio de ese año. A pesar de la estima que el círculo de fotógrafos y el de los artistas siempre mostraron a su obra, la verdadera dimensión de Zadik nunca fue comprendida del todo. La larga ausencia de estudiosos y especialistas en el país, y la preeminencia del panorama de la plástica en aquellos años contribuyó a que disminuyera la posibilidad de conocer la verdadera dimensión de su obra y aporte. En los habituales concursos y exposiciones de fotografía, casi por tradición, se llegó a hablar de innovaciones técnicas, lentes y equipos fotográficos antes que experiencias similares a las de Zadik. Sólo hasta el rescate reciente de su legado es posible profundizar en su proceso creativo y pensar en el lugar que ocupa en la conformación de esa modernidad conflictiva, contradictoria y específica de nuestro país.

 

https://oscarenfotos.com/2017/02/06/edward-weston-y-su-pimiento-30/

 

 

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[1] La investigación que inauguró el rescate de la obra y trayectoria de Julio Zadik fue desarrollada por los curadores e historiadores Valia Garzón y José Antonio Navarrete. La misma fue la base del libro titulado Julio Zadik, un fotógrafo moderno en Guatemala 1937-1965, publicado por Estate Julio Zadik, Guatemala. 2008.

[2] Según el título del libro De cómo Nueva York robó la idea de arte moderno (1983), de Serge Guilbaut. 

 

[3] José Antonio Navarrete: “Hacerse visible. Julio Zadik y la fotografía moderna”, en Julio Zadik. Un fotógrafo moderno en Guatemala. 1937-1965, publicado por Estate Julio Zadik, Guatemala, 2008, p. 24

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* Rosina Cazali es curadora e investigadora independiente. Trabaja y vive en Guatemala.

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