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LA PERMANENTE MUTACIÓN, ESTEFANÍA VALLS URQUIJO

Javier Payeras

 

“Una historia que nace de dos apellidos… crecí siendo de muchas partes y a la vez de ninguna…”, Estefanía Valls Urquijo me responde con una mirada muy luminosa, muy singular, yo apenas he iniciado mi entrevista cuando un avión rompe como obsidiana ese silencio colmado de tonalidades que imponen los pequeños pájaros que visitan su casa en la ciudad de Guatemala. “Uno siempre necesita pilares donde sostenerse (se queda pensando, como buscando la imagen justa), uno necesita tener los pies puestos sobre la tierra… sobre alguna tierra”. La escucho y percibo en su voz una lucha de ideas en permanente mutación.

Mi oficio es hacer literatura sobre arte, de eso que mi impulso sea observar la vida de los artistas como un misterio: personas capturadas por el asombro o por el desgarramiento, nunca he escrito una sola línea acerca de un creador que no me interese, quizá porque al entrar en sus estudios logro cruzar el umbral de sus pensamientos más profundos y responder alguna de las muchas interrogantes que perfilan el horizonte de la imaginación. Así que despejo mi mente para que mis sentidos puedan captar lo que en ese presente estoy visitando. Estefanía tiene la bondad propia de una niña que observa las flores amarillas y nos dibuja una para que llevemos a casa, “La vida es tan pesada o tan ligera como decidamos vivirla”, indica cuando le pregunto acerca del trabajo que realiza con las personas privadas de libertad –utilizando el eufemismo para evitar decir preso o presa-, siento que el tema le apasiona, me indica que en realidad el arte no está completo si no se involucra en la vida y en el sufrimiento de las personas, ¿acaso no existe un dolor que no sea una cárcel?, así es como en minutos ella desgrana su experiencia acercando algo de paz y meditación que mitigue el odio y la desesperanza.  Es así que gradualmente nuestra conversación se va condensando.

 

Antes de sentarnos en la mesa de su jardín recorrí su estudio y observé una serie de piedras suspendidas, óvulos de ladrillo en los que uno puede sentarse, tinajas de una cerámica pulcra y muy trabajada, altares en espiral, la mirada rota de una serie de muñecas articuladas en fila, plaqués de poemas que dispensa sobre la mesa y una infinidad de cosas que me resultan difíciles de describir. Debo confesar que lo primeo que sentí fue una profunda admiración por tanto trabajo acumulado y tantas millas recorridas alrededor del mundo buscando respuestas, aunque soy un viajero constante, mi experiencia nunca me ha llevado fuera de las ciudades y los aeropuertos, Estefanía ha comido en los mercados más humildes de Asia, ha caminado cerros completos, ha establecido amistades con artesanos de países con nombres impronunciables y se construido una espiritualidad muy propia: la religión de los que han caminado demasiado el mundo como para tener una sola respuesta.

 

Nuestra comunicación se va haciendo más inmediata, Estefanía es muy descriptiva en los procesos que tiene la cerámica desde que las manos toman la masa hasta que se hornea o se incrusta o se pinta y barniza… su paciencia pedagógica conmigo es muy generosa y la verdad me cuesta captar todo su conocimiento del tema. Le hago una pregunta a la intemperie: ¿el arte es inútil y sagrado? Se queda pensando y me dice, “El objeto más antiguo que la humanidad diseñó fue el bowl (llamémoslo tazón), porque en éste se podía comer, coger agua de los ríos y recibir el salario… ¿dime si en este objeto artesanal no se condensa lo útil y lo sagrado del arte?… El origen de la creatividad en realidad no se produce inventando lo inútil, pienso”. Ese trazo histórico nos desplaza a la escritura que nace de la necesidad de marcar los tazones, crear los símbolos que inician el lenguaje como un pacto en constante transformación. Le pido si puede mostrarme sus manos, ella las abre y puedo ver sus líneas… pienso que en las manos de los escultores se condensa toda la energía que calcan en las superficies de los objetos que elaboran, cuando le planteo esta idea Estefanía afirma mi intuición y subraya que las manos traducen las ideas en formas, en sinuosidades que pueden elevar cualquier objeto hacia una mera representación de lo inmaterial… eso que llamamos alma o espíritu.

Paso revisión a la obra de Valls Urquijo para tratar de descifrar ese laberinto de ideas que me parecen muy difíciles de abordar en un texto breve, curiosamente estudiamos pintura en la misma escuela, somos de la misma generación y eso me hace comprender mejor su contexto, su recorrido académico va de lo privado a lo público y de lo nacional a lo internacional. Tiene una enigmática primera muestra en la que toma la gárgola como una referencia atemporal de la oscuridad, me parece, y en esa primera toma de su obra puedo comprender el significante que busca para lo que vendrá luego. Una reflexión sobre el pelo y el relato místico que comienza a desplazarse temáticamente: A.pelo, A.las, A.gua…  para llegar a un punto de quiebre donde la cerámica, lo sagrado y la escultura convergen como una obra madura. A partir de los utensilios va conduciendo su trabajo hacia la cerámica no ornamental sino condensada de fuerza, una metáfora cruda que la lleva a imitar huesos o episodios culturales en los que bien puede manifestarse el sincretismo: una plancha enorme de barro que al caminarla se resquebraja,  un nido que contiene la forma de un huevo suspendido por hilos muy frágiles, un Naos que asemeja una especie de laberinto donde óvulos de ladrillo y barro son un ritual para la vista, para concluir con unos pilares que acaso me parecen su obra más representativa, la captura de pantalla de todo su impulso espiritual y cultural… es una obra en la que intervino una ceremonia maya y viceversa, puede que en esta pieza logre concretar una explicación más transparente de su trabajo; se trata de pilares que contienen una varilla metálica que funciona como columna y que se va llenando con anillos de porcelana hasta rematar en un altar erguido como una suerte de remembranza, una memoria de los distintos sitios, de los muchos registros, de las tantas cosas que en el mundo inmenso resultan inexplicables.

Hay mucha vida a nuestro alrededor, observo la luz envidiable de su jardín y le pregunto acerca de la muerte… Estefanía vuelve al tema de su trabajo en las prisiones de Guatemala, curiosamente ella me dice “Si yo alguna vez he sentido a Dios, es con las personas que están en la cárcel… allí está la luz y la oscuridad… la verdad absoluta calcada por el dolor, en esos espacios tan pesados puede haber luz porque ya no queda nada más qué buscar… la muerte es la entrada donde una voz ha de preguntarte, ¿qué hiciste con todo lo que tuviste en la vida?... Yo quiero tener esa respuesta, Javier”. Ante esta reflexión me quedo quieto, llego a mi casa con una plaqué de poemas y comienzo a escribir este texto, tantas cosas me quedan en la mente, el silencio de mi estudio, el trabajo desperdigado entre post-its adheridos a una pizarra, marcadores fluorescentes y mi computadora esperando que añada páginas al libro que cada día voy escribiendo. La ciudad de Guatemala puede contener el mundo entero, puede ser una isla, un istmo, una montaña, una puerta, un cielo y un infierno. Me detengo ante la luz parpadeante de la página Word en blanco y doy inicio a este texto observando lentamente la luz de la pantalla.

Cerrito del Carmen 8 de febrero 2023   

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